30/10/08

La crisis y los perros

25 mil millones de Dólares, de vellón, ha recibido Hungría de la Unión Europa, del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Como compañeros de viaje, Ucrania e Islandia: extraña combinación. Si ha recibido la pasta es para reactivar la actividad de los mercados financieros, dar confianza a los inversores, mantener una adecuada liquidez interna, asegurar el crecimiento en el corto plazo y demostrar su potencial en el largo. Dominique Strauss-Khan, Director General del FMI, dixit.

¿Qué tienen en común la velocidad con el tocino? lo mismo que el déficit de la economía húngara con su estabilidad: que se desbocan los primeros, se revuelcan los segundos.En los felices noventa, desoyendo parábolas de cigarras o anuncios de vacas flacas, los préstamos-deuda del gobierno se subieron, alegremente, hasta el 60% del PIB. El nivel de vida subía al ritmo en que se endurecía la dependencia a los mercados financieros exteriores. Con tipos de interés del Florín al 11%, inversores y familias pidieron dinero a bancos extrangeros y en Euros, Yenes, Dólares... el 85% de préstamos e hipotecas se firmó en moneda extrangera.

Se intentó recortar el gasto y dar solera a la moneda local, dijeron. La obra pública se expandió, pasando de dos autovías a cinco y media, llenas de puentes para salvar los accidentes geográficos de un país plano. Se compraron decenas de miles de bicicletas para la compañía de Correos, a unos 400€ cada una, para que el servicio fuese respetuoso con el medio ambiente - y se compraron en la empresa de uno de los sobrinos del director de Correos.

"Y no saldremos de esta."- dice Bori, maestra-"Los húngaros tenemos la conciencia de la derrota y de la pérdida. Perdimos en las dos guerras, en la revolución, y, ahora, parece que volvemos a perder en el mercado". No serán sólo cuestiones etéreas, inquiero. "La verdad, no hay conciencia entre la gente de la realidad del mercado de trabajo", revela. "Muchos creen que el trabajo les viene solo, sin moverse, sin mandar cartas, sin madrugar".

La cifra oficial de desempleo es del 6%, la que se percibe y se entiende como real roza el 10. La evolución del PIB ha pasado en cinco años del 5% al 1.8, y la inflación culebrea en ese mismo periodo entre el 6 y el 8 (Eurostat). Y se han gastado entre todos 56,357 millones de Florines en, atención, comida para gatos este año - en 2004 fueron 36,460. Cientos de mascotas (son populares los hurones) pasean a sus jóvenes amos en los suburbios a las 10 de la mañana. Lo que debería ser la hora del bocadillo es la hora en la que caga el perro.

28/10/08

En recuerdo a los héroes

20 de agosto de 1896: Hungría celebra, por todo lo alto, su Millenium. Se inauguran en Budapest palacios, museos, teatros y casas de ópera, parques, el zoológico, ...en un recorrido de la flamante segunda línea de metro de Europa que acaba en la Plaza de los héroes. Un arcángel Sab Gabriel de piedra, majestuoso, remata una columna a la que en la base se han apostado los que fuesen líderes de las siete tribus, a caballo, con bárbaras melenas, prehitóricos yelmos de asta de ciervo y amuletos paganos. Ellos fueron los héroes

23 de Octubre de 1956. Estudiantes y obreros de Budapest se concentran en la plaza de Moscú (Moskvater) bajo el liderazgo del reformista Imre Nagy. Arrancan los martillos, hoces y estrellas de las banderas y, unidos, plantan cara al comunismo. Jruschov había pronunciado el discurso secreto en el XX Congreso y se supone entre los revolucionarios que una chispa falta para encender las velas del entierro del stalinismo.

Mientras esperan la ayuda internacional, roban explosivos y empiezan la revolución. Durante los días que dura el gobierno provisional, multipartidista, se amnistía a los presos políticos, entre ellos al cardenal József Mindszenty, y se ven elecciones libres en el horizonte. Fracasan. El apoyo de occidente se limita al plano moral mientras que el Kremlin manda tanques. A 4 de noviembre, en una ofensiva sin precedentes, los instigadores son detenidos y condenados a muerte en un juicio sumarísimo. Ellos serán los héroes

Los veinte de agosto y los veintitrés de octubre son fiesta nacional en Hungría. Un pueblo que puede achacar de mucho menos de alzheimer, recuerda a sus héroes cuando tiene ocasión. Las campanas de las iglesias de Pécs, al sur, repican cada día a la misma hora en que se ganó a los Turcos y se los contuvo en Belgrado.

La memoria no les falla. A algunos les falla el tacto, la precisión y el buen gusto en ejercicio del recuerdo. 52 ańos tras la revolución de Nagy, los grupos de extremo (decir aquí derecha o izquierda no tiene ningún sentido), se reunen, marchan marciales, insultan a las decenas de antidisturbios que pretenden controlarlos, entregan panfletos en los que alertan al mundo de que, como hicieron en el pasado, los húngaros y su prole están dispuestos a seguir marchando por el orbe, piden el cambio sin proponer soluciones (hablo aquí de Hungría, no de Obama), critican al exterior como génesis de todos sus males.

Míster Griffin, del Partido Nacionalista Británico, es la estrella invitada al mitin de Jobbik, un grupúsculo ultranacionalista: "Aunque los historiadores digan que la revolución no sirvió de nada, mienten: hoy tenemos la conciencia de que el espíritu de Stalin vive, no en Moscú, si no en Bruselas"

Es la representación inversa del Angelus Novus de Klee. Miran al futuro esclavos del pasado, y al ver una mole negra en la que es inevitable sumergirse, patalean, rompen vitrinas, levantan masculinos sus largos mástiles, sacan pecho, bajan una octava en honor al himno.

No hay nada más deprimente que un cobarde tomando aliento de las hazańas de los héroes

22/10/08

Mi viaje a África

Muchos han dicho que la literatura es un billete de ida para el lector a mundos imaginarios, distantes, exóticos... en el tren de las palabras. Leer a Steinbeck es convertirse en un Arki en los tiempos de la depresión; las páginas de Galdós huelen a pólvora de las santabárbaras de Trafalgar; con Kipling acompañamos a los gabachos en la campaña de Egipto o a dos oficiales británicos en sus tribulaciones afganas; descubrir Macondo es posible con Gabo.

He descubierto que no solo te llevan, si no que te traen. A mí me han traído África. Un pedacito de África. Tánger, exactamente. Fue Pérez-Reverte, en uno de sus artículos dominicales, en un descanso a su pluma viperina, quien advirtió sobre el encanto de los libros viejos, de segunda mano. Los amarillos que huelen a polilla y a madera. Los que tienen marcas de dedos, de café. Las esquinas de las páginas dobladas, desencuadernados a veces. Esos libros dicen de la historia tanto como de los lectores.

Me he sacado el carné de la biblioteca del Cervantes de Budapest. He sacado un libro: Los funerales de la Mamá Grande, de García Márquez. Sexta edición, 1979. Impreso por Rotativa en Espulgas de Llobregat, Barcelona.

Cada 25 páginas, con la exquisita precisión de bibliotecario, un sello: Biblioteca Española- Tánger. Olía el calor del aire africano. Me pusieron bajo los pies las calles de la medina cuando leí, en la página 79, "...la Mamá Grande en el el patio con una sábana blanca y un peine en el regazo, destripando piojos con los pulgares...". La humedad y el calor de Macondo nada tienen que ver con el puerto de Tánger. Sobre las palabras regazo, destripando y piojos, escritas a lápiz las traducciones en árabe.

¿Viajar barato? ¡Superad eso, Kiplings, Steinbecks, Ryanair!

20/10/08

Al compás del silencio

Cuando se planificó el metro de Budapest, litros de palinka fluían de botellas a vasos de ingenieros y políticos. O eso parece. Tiene sólo tres líneas y confluyen en un único y céntrico punto, Deák Ferenc Tér. Ir en metro de Köbánya-Kispest (en el extremo de la línea azul) a Örs Vezét Tere (última parada de la línea roja) supone 17 paradas, 16 kilómetros en línea recta. La distancia real entre esos dos puntos es de 3 km. También es extraño la forma en que se planificaron los accesos: Las escaleras mecánicas conectan en un solo tramo el control de tickets con las plataformas de los trenes - se puede tardar más de un minuto en subir al acceso superior, en el lento y mecánico marchar de estos ingenios.

Lo que sin duda no tiene explicación es el silencio de los viajeros. Miércoles, 8 a.m, Deák Ferenc Tér. Desde las primeras estaciones, los vagones se desplazan sobre las vías como las latas de sardinas en las cintas de las conserveras: milimétricamente llenas. La cinta de la megafonía (un murmullo saturado, en mono, no en estéreo) anuncia la siguiente parada. En el andén, rumor de zapatos, alguna tos. Nada más. Los que utilizan el teléfono, susurran su conversación a la oreja del aparato. Una masa silenciosa se desplaza uniforme envuelta en el silencio total y definitivo. Banco de peces en el silencio del océano profundo.

Era un día laborable, muy temprano, dirán los suspicaces: el sábado a las 10 p.m ocurrió exactamente lo mismo. Intentan explicarlo: "Los latinos tienen un ritmo de vida diferente, es por eso por lo que no entienden"- dice Laszlo, en sus cincuenta, profesor de lengua y literatura húngaras. Laszlo tiene el pelo cano y una cortinilla por flequillo, que se mueve y se balancea, que recuerda a Pepe Oneto."Cuando se acabó el socialismo, hubo una explosión de alegría los primeros años. Luego la gente se dio cuanta de que la vida era real, y que había que ponerse a trabajar. Y en esas estamos".

Hay paradas de metro en las que el silencio descansa, y una tormenta de voces, de tonalides y de acentos se precipita en los viajeros. Como en Klinikák, en el distrito VIII. Cerca de esta estación están el hospital universitario y la facultad de medicina, y a través de ella llegan los estudiantes. Muchos de ellos de intercambio, de todas las partes del mundo, hablando en alemán, francés o inglés. Americanos, europeos, africanos, del Medio Oriente... Y muchos de ellos se quedan a vivir en el barrio.

Un barrio que empieza ahora a recuperarse del silencio. En los últimos años el gobierno ha hecho lo posible por bajar el volumen a los gritos y desgarrados chillidos de los que ahí vivían. Es frontera del casco antiguo con el Pest moderno e históricamente ha sido un ghetto para gitanos cíngaros. En el VIII se daban cita lo mejor de cada casa: putas, proxenetas, hampones, drogadictos, camellos... de voces roncas. Hoy sube el precio de los pisos en el barrio, al ritmo que el gris da paso a los coloridos jóvenes profesionales de la aldea global. Los estudiantes se mueven a este barrio, y, al compás del desarrollo, vuelven la música y las melodías. El silencio de los gritos desaparece. Piano, andante ma non troppo, allegro. Bendito ruído.

17/10/08

El Valor de un Florín (y 2)

¿Qué llevarse a la boca por 250 florines - pongamos que 1€? Pues puede encontrar porciones de pizza muy ricas por 250 florines. Puede comprar una hogaza de pan de 750 gramos por 250 florines. O puede comprar dos botellitas de palinka por 125 florines cada una.

Una bofetada pestilente de alcohol golpea cada mañana a los viajeros sobrios del autobus. A medida que los borrachos alzan la voz y protestan a los controladores, más fuerte golpea la mano invisible de Baco. Hay cientos de (quiero entender) sin techo que sumergen lo que les queda en aguardiente desde primera hora de la mañana.También por la mañana, al sonido del silbato, los trabajadores de la construcción y de las fábricas se detienen en los kioscos de prensa para comprar fruta (pues venden más fruta que prensa) y para comprar botellas de un decílitro de palinka (pues venden más palinka que fruta).

El valor del florín fluctúa no en el tiempo, si no en el espacio. Un korso de Dreher, medio litro de cerveza vale entre 450 y 500 florines en los bares del centro. En el barrio en el que vivo, entre una cárcel y un cementerio, se puede tomar un Korso por 145. Debe ser que la demanda de cerveza entre cadáveres y reos no es tan alta. También es cierto que las parroquias de unos y otros bares no es la misma: pagarán 2€ los ejecutivos, los yuppies, los turistas. Los que pagan 70 céntimos no tienen el cutis suave de las cremas, ni el afeitado apurado. Cubren sus cabezas con gorros fabricados con la misma piel que las solapas de sus raídas cazadoras. Piel aceituna, barba semanera. Un florín vale mucho en este lado.

Por cierto, si se anima a invertir en vivienda, en Budapest un piso de 120 metros, tres habitaciones, un salón luminoso y dos cuartos de baño le puede salir por unos 30.000 € ¿Apetecible? Seguiremos hablando.

13/10/08

El valor de un Florín (1)

Un flrorín húngaro vale, exactamente, 0,0038 euros. O lo que es lo mismo, nada. Una reciente normativa del Banco Nacional de Hungría intenta que las monedas mínimas de uno y dos florines desaparezcan de circulación mediante el siguiente cálculo en cajas: cuando el precio de la compra acaba en 1, 2, 8 ó 9, se moverá al cero más cercano. Cuando sea de 3, 4, 6 y 7 se redondeará el precio al cinco. Si el valor de la cesta de su compra es de 62.467 florines húngaros no pagará esa cantidad, si no dos florines menos.

Pero avéngase de que, si paga esa cantidad, está superando en 467 florines el salario mínimo interprofesional de Hungría. Y es entonces cuando cada florín cuenta. Aproximadamente, 2 de cada 5 húngaros cobran 62.000 florines. Una enfermera de un hospital público tiene una nómina de 84.000. Un diseñador gráfico viene recibiendo al mes 130.000.

Divida entre mil y multiplique por cuatro. 62.000 florines son 248€. Nuestra enfermera percibe cada mes 336, el diseñador, 520. Se puede echar la culpa al gobierno de manatener un salario mínimo tan mínimo, o a la patronal por permitirlo. Subir el salario mínimo arrastraría hacia arriba las cifras de desempleo, y es probable que los empresarios se ajusten a un delicado mercado laboral. Y, sobre todo, a un entrincado y complejo sistema fiscal. O de control, también fiscal.

Una empresa debe detallar todos los gastos que tenga y en qué concepto. Todos significa que de absolutamente todo hay que presentar factura (las dietas de los trabajadores, detalladas; las chicnchetas, cuantas por caja y el precio a razón de 100 chinchetas, 50 florines...). Los viajeros de los trenes tienen la obligación de enseñar su billete al revisor durante todo el trayecto. Normal. No es tan normal que haya que hacerlo mientras se espera a que venga el tren o mientras se cecogen los equipajes.

La respuesta a todo esto la tiene Gyula, profesor de matemáticas en un Instiituto de enseñanza secundaria: "el socialismo nos acostumbró a hacer trampas". Contra las enseñanzas del pasado se defiende el gobierno de hoy. Y numantinamente. Los controladores del transporte público son buena muestra de ello. Entran sin avisar al tren, tranvía, metro o autobús, se colocan una banda en el brazo - acto que, por cierto, traslada al observador a los capítulos más oscuros de la historia - que les identifica y piden los tickets a los viajeros. Que lo tienen, sonríen. Que no lo tienen, una multa de 40€ (divida entre cuatro y multiplique por mil).

10/10/08

Conjunto escultórico

Aviso a fotógrafos: si quieren tomar una bella instantánea de Budapest, diríjanse al medio de cualquiera de los puentes que cruzan el Danubio. Podrán desde ahí tomar fotografías a cualquiera de los deliciosos edificios que se apostan a la ribera de un río enorme y solemne. El parlamento le hará viajar a Londres; el castillo de Buda y los baños, a Estambul. Y, si le apetece, puede alejarse un poco del río e inmortalizar sus momentos junto a majestuosas casa palaciegas, a edificios modernistas, a enormes plazas cargadas de historia, o piérdase por la judería.

Pero atrévase a viajar lejos del centro de la ciudad. Lejos, muy lejos, lejísimos, a nada menos que a quince minutos en metro, se encontrará otra ciudad. Lejos, no en distancia, si no en estilo. Y tan cargada de monumentos como el centro.

Son los cientos de edificios que el socialismo, en su búsqueda de la felicidad para el nuevo hombre desclasado, en posesión de la única y total verdad absoluta (¡¿quién lo niega?!), y en una demostración sin precedentes de su negación a la vida, al hombre... regaló al obrero-esclavo como recompensa por aguantar los golpes de hoces y martillos. Qué mejor idea, pensarían los planificadores, que encerrar al populacho en pequeñas dachas, una para cada familia, una encima de otra y todas idénticas al resto, grises. 4 en el bajo, 4 en el primero, 4 en el segundo... 4 en el quinto.

¡Chalecitos sin jardín para todos!¡Qué no falte de ná!(sic). Todos iguales, todos jodidos. Todos igual de jodidos. Contra esa uniformidad industrial e impuesta, se afanan hoy los propietarios de las casa en pintarlas de colores. Las hay azules, verdes, amarillas, blancas...

Aún quedan, como recuerdo de lo fue y que nuca debió haber sido, las grises de verdad, las de bronce y piedra que entre los mismos miembros del politburó se levantaron, las estatuas constructivistas de aguerridos soldados, lenines, marxes y otras excelencias, y las han almacenado en un parque de Buda. el Parque Memorial de Szobor guarda las efigies que en otra época vigilaban cada plaza, cada calle, calle oficina. Es un Gran Hermano de Hermanos Mayores inhertes.

7/10/08

Magyaroszag Saeta

Hungría estira los brazos de sus enormes llanuras y sangra agua de sus ríos y del Balatón. Aunque muy viva por dentro, se muestra como la representación geográfica del Cristo muerto que pintase Mantegna. Y su calvario ha sufrido, como Cristo. Aunque en su historia también hay lugar para vanos, anécdotas, escarceos... como Cristo.

Poco se puede decir de los orígenes del pueblo magiar, ya hablen historiadores, antropólogos o lingüistas. Del otro lado de los Urales cabalgaron siete tribus de bigotudos a finales del siglo IX, arrasando a su paso lo que encontraban, hasta que decidieron detenerse a las puertas de París. Más tarde se bautizaron, juraron fidelidad a Roma y a su Papa. Subieron al rey Esteban al trono, tanto que lo convirtieron en Santo.

Saltando, como saltan los Evangelios, llegamos al esplendor de Corvino. El rey mecenas convirtió lo que había sido pasto de las guerras internas y de las luchas entre caciques en un espléndido y luminoso espacio para las artes, la cultura, el Renacimiento. Al tiempo que construía bibliotecas aguantaba los envites que el Turco le lanzaba por el sur.

El desgobierno de más tarde movió los astros. No salió el sol en los casi 150 años de luna menguante que sufrió el país. Buda pasó, por obra y gracia de los Turcos, de Floreciente a florecida, pues bien debían florecer las malas hierbas entre sus escombros. Bien es cierto que los Turcos trajeron sus famosos baños a la lanura magiar, y que la liberación por parte de los vieneses no fue tal; más bien un cambio de botas bajo la que estar. Del calzado de cuero repujado de camella a la elegancia austríaca del botín palaciego. Hubo un conato de violencia revolucionaria, medio liberal medio nacionalista, en el 1848, con poetas en los frentes, que sucumbió a las tropas santamente aliadas de Austria y Rusia.

Si no puedes con el enemigo, únete a él. Máxima que se siguió a pies juntillas en Hungría. Una misma casa era ahora reina en Budapest y emperatriz en Viena. Casa que tras la Gran Guerra no pudo más que derrumbarse. El fracaso de una construcción que mezcla materiales tan dispares unos de otros como la piedra tirolesa o el barro transilvanio era fácil de prever. Pero lo que no era tan fácil de adivinar es que la viga húngara sufriera tanto con el desplome: se quedó reducida, entre cesiones a terceros y nuevas creaciones nacionales, a casi la mitad de lo que había sido.

Llegó pues la reacción. Un gobierno que colaboraría con el Reich para recuperar lo que había perdido, aunque para ello se tuviese que acosar, deportar, asesinar... en definitiva, buscar soluciones a la cuestión judía, que sólo en Budapest tenía 1.000.000 de almas. Al final de la guerra, casi a la desesperada, se quiso cambiar de bando, buscando una salida honrosa a su cuestión territorial. A los Flechas Cruzadas, una milicia apoyada por los nazis y contraria a cualquier acercamiento con Moscú, les entró el pánico al escuchar las cornetas soviéticas acercándose e, histéricos, lanzaron a miles de judíos al Danubio. Estos mismos flechas serían los siguientes en darse el baño.

Aunque la función solo había empezado, se dejó caer el telón. Colectivización forzada, partido único, miseria racionada... Parecía que el "gulash" no volvería a ser jamás una deliciosa sopa. En el 56, y nunca menos oportuno, el pueblo de Hungría los puso sobre la mesa y dijo, como Mayra, que hasta ahí podía leer. Estudiantes y obreros salieron a la calle animados por Imre Nagy, gritando libertad. Y si no fueron nada oportunos fue porque la atención de Europa y del mundo estaba en el Sinaí, con un Israel mamporrero a sueldo de británicos y franceses. Como era de esperar, entró el ejercito rojo e hizo lo que mejor sabe hacer: deshacer. Como si fuese una mezcla entre orgullo histórico y desidia de casero, hay hoy en día edificios sin jalbegar negros de humo y con cenefas de balas.

Estiró los brazos de sus enormes llanuras y sangró el agua de sus ríos y del Balatón. Treinta y tres años después de calvario, resucitó. Libertad, Democracia, Derechos Humanos, Separación de Poderes, Mercado, Sueño Europeo... Con las cicratices de un Ecce Homo, pero resucitada.

¿Te apetece jugar al chocho?

Es esta una de las expresiones que el visitante puede escuchar en medio de cualquier conversación de las tascas de la capital húngara. Se lo dicen ellas a ellos, ellos a ellas, ellos a ellos y ellas a ellas sin ningún tipo de miramiento, a lo loco casi. Los hay que lo dicen desafiantes, otros con el brillo del aburrimiento en los ojos y en los bostezos, otros suplicantes. Qué mejor que jugar al chocho para matar el tiempo, para ver quién es el mejor, para divertirse, para resarcirse de una mala experiencia en el mismo "deporte". El que escribe ha participado de este ejercicio el mismo día que llegó a Budapest, varias veces, unas solo, otras hasta con una quinta parte que se suma en medio de la relación. Escuché en una ocasión un "Je te deteste" de boca de una francesa a la que, cuando menos se lo esperaba, se la metí sin compasión, desde detrás y hasta el corvejón.

No saque conclusiones precipitadas ni le vaya a dar por ir diciendo por los rincones que si este o aquellos son unos pervertidos. Chocho es el bonito nombre que los hablantes húngaros han elegido para un invento muy español: el futbolín. Si hoy en día es casi imposible encontrar una mesa de futbolín en Madrid (seguro que porque cedieron su espacio a alguna ominosa máquina tragaperras), hay de estos divertimentos, y por pares, en casi todos los bares y tabernas de Budapest. Ellos y ellas se entregan con igual destreza a tan noble y castiza práctica, sonriendo y tomando sorbos de cerveza a cada gol.