29/11/08

Los cuervos

No le dio tiempo al otońo de extender su moqueta de marrones, rojos, naranjas y amarillos por la ciudad. La alfombra de hojas que se extendía por los jardincitos seguía deshilachada, esperando que acabasen de caer los retales que seguían colgados a los árboles. Se quedará lamentablemente inconclusa. El invierno ha llegado con toda su furia de nieve y ha alicatado parques y pavimentos de baldosas blancas de hielo.

Me senté a esperar que la lluvia mariquita vestida de novia (żde quién es esta greguería?) se cansase de esperar al pretendiente que nuca llegaría y se desvaneciese entre la tierra, permitiendo al otońo seguir con su delicada labor textil. Pues se ha aferrado al suelo, despechada, esperando a la sal o a la muerte para irse de luna de miel. Mientras, sólo los cuervos se atreven a pasear por el merengue de entre los castańos.

Jamás hube visto tantos, tan grandes, de plumas tan negras que brillan con reflejos azul marino. En la noche es fácil verlos por la oscura fosforescencia de su plumaje. No graznan, chillan. Se quejan por todo, ya vuelen o salten de montón de nieve a montón de nieve en busca de un bocado. Parece como si les saliese la voz desde unas profundidades que no le permite su envergadura, como si las patas los conectasen a alguna caja de resonancia enterrada a dos metros bajo tierra.

A la mańana se apostan en las ramas de los árboles, pacientes, esperando que caigan los frutos del otońo y devorarlos. Mientras aguardan el sonido de las castańas contra el suelo, no dudan en miran desafiantes a los valientes que pasean. Y miran desde el vacío de sus cuencas de ébano. Y miran a los ojos. Es un pájaro bastante macarra.

Vuelan en bandadas de millones. Minutos antes de que salga Venus, se adelantan y recorren la ciudad de punta a punta, como un nubarrón, como una plaga, como una lona, tapan la poca luz que queda. Y siguen luego tan panchos, tan felices, tan macarras, gritando de montón de nieve en montón de nieve y mirando, desafiantes, a los ojos.

4 comentarios:

Betsy Prescott dijo...

Hola, Fernando. Que tal te va todo? Te leo, aunque creo que es la primera vez que comento, no estoy del todo segura.

Por aqui no he visto cuervos, o al menos no en tan grandes cantidades ;)

Besos desde Krakow.

Isa dijo...

Fer,
Qué maravilla que escribas... Tan poético, sutil... Qué suerte tenemos de tenerte como informador-comentador!!!!
Te mando un besooo enooorme!!!!!

Mmmmm dijo...

"Ya atardece, aunque la noche tardará en caer sobre Kaunas. Los atardeceres aquí parecen incendios salvajes sobre nuestras cabezas. Son dolorosisimos, el único momento intenso de Kaunas. Bandadas de cuervos alzan el vuelo y rolan, rolan, rolan en el cielo. Después de crear una perfecta escena hitchcockriana se marchan a pasar la noche fuera de la ciudad. Da mal fario. Son cuervos, no gilipollas, y se han dado cuenta de que Kaunas yra(es) Kaunas". Está muy feo autocitarse pero tu entrada me ha trasladado de sopetón un año atrás (es un extracto de un mail que mandé desde allá) Kaunas también está poblada de esos cuervos, tan negros, tan brillantes, tan grandes, tan insolentes. Cuando cruzaba por el parque yo les tenía más miedo que ellos a mí. ¡Qué escándalo organizaban! Era imposible no imaginarlos picoteando ojos, ya ves, una que es ceniza. Tienes un blog muy interesante, a ver si me lo leo bien. Besos.

Peter Pánico dijo...

Vaya, qué casualidad! :)